martes, 29 de enero de 2019

La Alfarería de San Miguel de Porotos

A propósito de un trabajo de investigación que desarrolláramos en el 2013, hicimos un recorrido por Jatumpamba y Pachapamba, de San Miguel de Porotos, Azogues, para realizar un censo de los alfareros que existían en ese entonces y nos encontramos con la desencantadora novedad de que ya no eran las “decenas” que referían Alexandra Kennedy y Lennan Sojan, en sus obras, sino que apenas quedaba un círculo de siete alfareros. }



Desde el 2014, el panorama ha ido cambiando para bien, porque acertadamente se han sucedido las Ferias de Alfarería Tradicional, que han convocado a instituciones y actores sociales que reconocen una milenaria actividad como el patrimonio artesanal de Azogues; y porque evocan pretéritos tiempos.  A partir de ello, se reitera en la identidad local.



Las Ferias de Alfarería tradicional, que se cumplen en septiembre de cada año desde el 2013 y cuentan con la  nutrida concurrencia de pobladores del Azuay y Cañar, hace un derroche de un colorido marco festivo en el que congrega varias manifestaciones culturales y expresiones tradicionales como la danza folklórica, la música popular, la gastronomía vernácula, la producción agrícola…, entre otros, la gente adquiere sus piezas de cerámica, en los stands del cada vez más creciente grupo de alfareros, quienes al fin encuentran en la Feria, el espacio efectivo para la comercialización directa de su producción y para la valoración justa del trabajo artesanal que por muchos años ha sido heredado y desplazado, por la simple razón de que sus objetos elaborados, hoy sólo evocan antiguas tecnologías. Sin embargo, la técnica ha sobrevivido desafiante al tiempo, gracias al intercambio generacional de saberes, con el que las alfareras, porfían en su faena diaria.

LA MATERIA PRIMA

La materia prima para la elaboración de objetos de cerámica, constituyen la arena, el barro y la quina (pigmento rojizo natural), que son obtenidos de su propio territorio demarcado como mas “minas” a donde acuden las alfareras para extraerlos y llevarlos a sus casas, lugares que se han convertido en sus propios talleres, para proceder a la mezcla y batido que o realizan añadiendo agua y con la técnica de apizonado ( con los pies) para obtener la arcilla, producto de un 60% de barro y 40% de arena previamente cernida. La quina, arcilla rojiza, es extraída de una mina lejana a Jatumpamba, en San Cristóbal, cuatro horas a pie, y se utiliza en el acabado final de la pieza, luego de que se ha secado.



El barro y la arena se extraen con la ayuda de picos y se trasladan a los talleres en saquillos que son cargados por las alfareras. La tierra previamente recibe el secado así poder espolvorearla con la ayuda de una pala o un mazo previo a la remojada en canecas y a la mixura final con la arena para la apizonada que se realiza en un lugar sombreado. La arena cumple su objetivo de facilitar que el barro sea moldeable y no se adhiera al suelo, por lo que la alfarera va dosificando la cantidad de arena que haga falta para conseguir homogenidad en la arcilla y se transformen una pasta moldeable.

ELABORACIÓN DEL OBJETO:

La masa elaborada es dividida en pequeños pedazos, de tamaños diversos, de acuerdo a los objetos que se vaya a elaborar; aquellos, siempre en la sombra, espera las manos de la alfarera para su creación. En un área abierta del taller-casa, se inicia la elaboración de las ollas llevando un pedazo de masa que es colocada sobre un gran cántaro o tinaja vieja que se halla dispuesto boca abajo, y actúa como base de trabajo.
Cerca suyo se dispone un recipiente con agua para con manos mojadas, introducir una en la arcilla y otra actúa como moldeadora externa, entones la alfarera actúa ella misma como el torno, girando constantemente con su cuerpo alrededor de la tinaja, en la elaboración de lo que se denomina la “boca” de la olla o vasija, adquiriendo la forma de un macetero angosto, con la ayuda de un pedazo de cuero mojado.



La vasija es retirada de la tinaja y se deja “orear” en la sombra por un par de horas hasta que se endure la estructura de la pieza.

El golpeado se realiza por fases, primero para formar la cintura de la pieza, colocando nuevamente las ollas sobre la tinaja, con la ayuda del cuero. Luego, utilizando las huactanas o golpeadores, se va dando forma al cuerpo de la pieza; este trabajo se realiza sentada, para poder manejar toda la pieza con las dos manos. Las huactanas, son pequeños golpeadores manuales elaborados con cerámica, y tienen dos formas una cóncava para trabajar por fuera, y otra convexa para trabajar por dentro de la olla; actúan en paridad, ambas son movidas al mismo tiempo por las mismas paredes de la pieza, para que la una sea soporte de la otra que se halla apisonando, así se logra afinar las paredes internas de la pieza, lo que se conoce con el nombre de panza “huigsanchir”. Luego se dedica la artesana a pulir las paredes externas de la vasija con la huactana mojada, va uniformemente dando movimientos circulares que alisa la arcilla, va dando vueltas la pieza hasta conseguir una pieza bien hecha. Por ello el proceso con las huactnas, debe repetirse por dos o tres ocasiones, cada vez, dejando orear la pieza por un par de horas.

Huactanas

Se trabajan de la misma manera las shilas, las ollas encantadas, los cántaros, maceteros, etc, las que para su manifactura requieren en algunos casos orejas, bocas pequeñas, repulgado con la ayuda del cuero. Finalmente se realiza el engobe, o colocado de coloración con pigmento o quina, actividad que se cumple desde la boca de la pieza.

LA QUEMA.

Se realiza cuando el clima ofrece bajos niveles de humedad, a medio día y en pampa abierta; El viento es un factor a considerar así como por lo menos una semana de “escampe” (carencia de lluvias). Se queman de 100 ollas en adelante. Sólo don Francisco Inga, único alfarero, cuenta con un horno de piedra bajo una tola de tierra, para el quemado y refiere su ahorro de leña en un 80%.  Un Proyecto comunal del GADPC y la CCC permitió la construcción de hornos pequeños para el ahorro de energía.  Algunas alfareras los utilizan para piezas pequeñas y acuden a la chamiza tradicional para piezas grandes.

Nuevos espacios en el Austro, se han abierto al reconocimiento de la alfarería de Jatumpamba y nos hemos llenado de orgullo con su representación de la única actividad artesanal de Azogues que ha merecido su catalogación como Patrimonio Inmaterial, por parte del INPC. Este nuevo panorama, ha reactualizado el valor de su creación artesanal variada como cántaros, ollas, maceteros, shilas, tinguimangas, tortilleros, jarros, platos y otros, los que se utilizan como elementos decorativos, que evocan espacios para la memoria.



El interés institucional, también se ha despertado y es así que el Centro de Gestión y Desarrollo Social del GAD Provincial del Cañar, la Casa de la Cultura Núcleo del Cañar y el GAD Parroquial de San Miguel, también aportaron para el desarrollo de la la tradición alfarera, mejoramiento de calidad de la materia prima, innovación en procesos, capacitación y apoyo en equipamiento de los talleres alfareros. 

Esta es apenas una muestra de cómo se puede incidir e impulsar la vocación de grupos poblacionales artesanales, con inversiones menores a los 15.000 usd. Es de esperar que este incentivo estimule su progreso y creatividad hacia otras propuestas en las que, sin que se abandone la técnica de modelado de cerámica con la “Huactana”, se innove con otros tipos de arcilla, coloración de piezas, trabajo en objetos utilitarios actuales, técnicas depuradas de buzardeado, etc.




Las artesanías forman parte importante del patrimonio inmaterial de todo pueblo, porque dan cuenta no sólo del objeto artesanal, sino de los saberes ancestrales y su significado; es decir de los sujetos, de ahí que es de esperarse que estos pasos, apenas sean los primeros que las instituciones articulan para avanzar, pues se hallan a la espera otras iniciativas que complementarán la cadena productiva y reafirmarán el destino alfarero y turístico de San Miguel de Porotos y de Azogues

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