Las Fiestas de la Cosecha o del
Sol, en varios lugares de Sudamérica, tuvieron realización entre el 19 al 24 de
junio, a propósito del cambio del solsticio de invierno; es así que en la Provincia del Cañar, por ejemplo se celebra el Inti Raymi en Ingapira, en el Complejo Cañari
de Guantug y en el Complejo Arqueológico de Cojitambo, con la “Fiesta del Maíz”,
que es una reinterpretación mestiza de la fiesta de la cosecha, por ser el
maíz, gramínea americana, el principal producto que se cosecha de la Pachamama.
Haciendo memoria, desde el 2006 la Casa de la Cultura del Cañar, lideró la organización de la Fiesta del Maíz,
como un mecanismo para potencializar turísticamente el complejo Arqueológico de
Cojitambo y toda la cadena de servicios que alrededor de éste podría generarse,
pues en ese entonces era intervenido el Complejo, por aquella institución en
diferentes etapas tales como investigación, excavaciones, restauración, etc., la supervisión del INPC. Estas actividades se cumplieron hasta la vigencia del COOTAD que otorgó competencias específicas a los GADs.
Buscar reafirmar el reconocimiento ancestral de los pueblos andinos de la fiesta de la cosecha, inspiró para que varias instituciones y la comunidad toda, la replicasen. El hecho de la perdurabilidad de la fiesta, a pesar de sus altibajos, nos congratula, puesto que se halla fraguando la posibilidad de transformar una fiesta popular en patrimonio inmaterial.
Por eso, resulta de suma importancia reconocer que la fiesta gira alrededor de los usos sociales que señalan cambio de estación y época de faena agraria; por consiguiente, ligado a la reinterpretación de mudanza de etapa de la vida humana. En la memoria de las comunidades se encuentran estos espacios para el regocijo y agradecimiento por la cosecha, como creencia que si no se la celebra, el próximo año podría ser menos fecunda. La fiesta entonces, no requiere precisamente de espectacularidad, puesto que de ser así, sólo se transformaría en un performance híbrido y ambiguo. Es así que ocurren durante tres días consecutivos presentaciones de danzas folklóricas, ritos ceremoniales para la paccha mama, elección de la Cholita Cojitambeña, shows artísticos nocturnos, parapente, visitas guiadas al complejo y demás actividades de orden turístico y gastronómico.
Entonces desde la perspectiva del reconocimiento a Cojitambo como templo de altura, aquel Complejo se ha potencializado como el lugar propicio para la ceremonia de conexión con la naturaleza, en un ritual de agradecimiento en el que intervienen los actores principales, que son la comunidad, dando sentido a esta reafirmación que los otorga identidad; en tanto que los visitantes, disfrutan de este espacio rico en interculturalidad y a la vez, se deleitan de los exquisitos platos que tienen como protagonista al maíz.
Buscar reafirmar el reconocimiento ancestral de los pueblos andinos de la fiesta de la cosecha, inspiró para que varias instituciones y la comunidad toda, la replicasen. El hecho de la perdurabilidad de la fiesta, a pesar de sus altibajos, nos congratula, puesto que se halla fraguando la posibilidad de transformar una fiesta popular en patrimonio inmaterial.
Por eso, resulta de suma importancia reconocer que la fiesta gira alrededor de los usos sociales que señalan cambio de estación y época de faena agraria; por consiguiente, ligado a la reinterpretación de mudanza de etapa de la vida humana. En la memoria de las comunidades se encuentran estos espacios para el regocijo y agradecimiento por la cosecha, como creencia que si no se la celebra, el próximo año podría ser menos fecunda. La fiesta entonces, no requiere precisamente de espectacularidad, puesto que de ser así, sólo se transformaría en un performance híbrido y ambiguo. Es así que ocurren durante tres días consecutivos presentaciones de danzas folklóricas, ritos ceremoniales para la paccha mama, elección de la Cholita Cojitambeña, shows artísticos nocturnos, parapente, visitas guiadas al complejo y demás actividades de orden turístico y gastronómico.
Entonces desde la perspectiva del reconocimiento a Cojitambo como templo de altura, aquel Complejo se ha potencializado como el lugar propicio para la ceremonia de conexión con la naturaleza, en un ritual de agradecimiento en el que intervienen los actores principales, que son la comunidad, dando sentido a esta reafirmación que los otorga identidad; en tanto que los visitantes, disfrutan de este espacio rico en interculturalidad y a la vez, se deleitan de los exquisitos platos que tienen como protagonista al maíz.
Por ello, no es del todo
perjudicial que la fiesta, con el pasar de los años haya ido adquiriendo nuevos
matices, luego de que algunas instituciones han cedido liderazgo a otras, sobre
todo locales, con la clara intención de procurar la legitimación mayor de la
fiesta, porque aquella reviste de mayor valor mientras en menor escala intervengan
las instituciones. Pero, existen otros escenarios que bien pueden ser
canalizados por las instituciones como el salvaguardarla, que no es otra cosa
que procurar su desarrollo, su valoración, el registro de cómo va aquella realizando
sus mudanzas con el pasar de los años, generar planes de educación, para
asegurar la continuidad intergeneracional de la fiesta, por citar algunos
ejemplos, de los más importantes.
Entonces, resulta propicio normar las
actividades de planificación y evaluación de la fiesta, siempre que se trate de
procurar seguridad al visitante, itinerarios, organización espacial, plan de
medios, plan de contingencia, entre otros; sin embargo resultaría innecesario
normar la ejecución de la misma, porque aquella emerge de la comunidad y se la debe
dejar fluir libremente. El Plan Estratégico anunciado por las autoridades locales, debería afinarse y
ajustarse de tal suerte que permita a las instituciones una intervención en los órdenes complementarios a la fiesta
para reforzarla inclusive con un plan de mejoras, y debería evitar incidir en la fiesta misma.
En la fiesta del maíz se pueden degustar productos hechos con ese grano como mote, chicha de jora, tortillas de maiz, humitas, etc.
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