miércoles, 30 de enero de 2019

El Tayta Carnaval Cañari

Las expresiones materiales y espirituales del Cañar son ricas y diversas y su permanencia en el tiempo, abona a entender de mejor manera, la esencia de los orígenes del pueblo Cañar y es así, que ciertas fiestas populares como la del Pawcar Raymi o fiesta del carnaval, es clara evidencia de mi afirmación. En esta fiesta, el Tayta Carnaval es el personaje central y representa al “espíritu” de la bonanza, de quien se dice, que los lunes de carnaval desciende desde los cerros, luego de su gran recorrido que ha hecho por el mundo durante todo el año y que en esta época aparece para bendecir a los pueblos andinos y augurarles abundancia en sus cosechas y cuidado a los “ayllus” o las familias. Entonces, su representación engloba a la riqueza material del pueblo Cañari. Por estos motivos, es fiesta cargada de ritualidad que adquiere particular significado al momento de celebrarla, porque de este hecho dependerá la abundancia o la pobreza del año siguiente.
El festejo se realiza a lo “grande”, en la que las mujeres desde el domingo se dedican al “sacha chakrama” o recolecta de frutos de la tierra y el “Ñucanchik Chacrama” o compras en la ciudad para completar la variedad de platillos típicos que se prepararán para dejar servida la mesa con la comida y la bebida que degustará el Taita Carnaval y la comunidad. En el Pawcar Raymi, se cree que los cerros se reúnen para celebrar la fiesta del florecimiento de las plantas, o de las huacas donde se atesora bienes ceremoniales cañaris. Esta creencia está ligada al gran respeto que tienen los pueblos andinos por la naturaleza. Alrededor de los personajes, se afirma que en la celebración existen dos personajes míticos: el Taita Carnaval que representa la riqueza del pueblo y el Cuaresmero, que significa la pobreza y la hambruna, por ello la urgencia de la celebración, para que no visite el cuaresmero.

Uno de los rasgos más importantes de la fiesta, constituye la vestimenta tanto del Tayta Carnaval cuanto de los Cañaris, puesto que usan sus mejores atuendos: una sombrerera grande hecha de cuero de ganado, suspendida a los filos, hilos adornado con borlas coloridas; otros lo usarán con forma de cóndor, porque representa la fortaleza de los cañaris; una piksha (bolso pequeño); waraca, que usan para la comunicación; el chicote; la kushma (poncho), faja con figuras de la naturaleza y un zamarro. Llevan también la cajita, que no es sino un instrumento musical confeccionado de madera que en su parte central tiene cuero de borrego y además un pingullo. Otro sìmbolo es la abundancia en la comida, puesto que hasta los más humildes sacrifican ovejas y cuyes, preparan chicha y otros manjares que se sirven conjuntamente con los frutos del campo; pero más allá de estos elementos materiales, se hallan otros valores intangibles como el sentido de compartir que tienen todos los participantes de la fiesta, y las posadas, que llegarían a ser las visitas que va realizando el Tayta Carnaval por las casas.




Esta fiesta con todas estas particularidades culturales, sus rasgos materiales y espirituales, se halla ligada a una importante construcción simbólica que revitaliza a nuestra cultura popular, de ahí el respeto que merece la misma por parte del mundo mestizo, definitivamente llamado a reinterpretarla con nuestros propios matices como una forma humana de transformar sus condiciones originarias para convertirnos en coautores de la fiesta; pero esta construcción social de ningún modo debe buscar “rescatar” la fiesta, sino “revitalizarle” con la participación de los más diversos actores sociales, para reafirmar sus significados y significaciones, porque la esencia de una fiesta no se elabora desde la oficialidad. Entonces y a pesar de que en cada territorio se la celebra con matices diferentes, resulta necesario que mantengamos ciertos “símbolos” de la misma, como valores irrenunciables que contribuyan a remarcar la identidad de nuestro pueblo en el carnaval.

A partir de estas referencias, no hay duda por ejemplo que el Tayta Carnaval de Azogues, está revestido de un gran valor cultural por esa suerte de simbiosis intercultural cañari mestizo, y atiende a los requerimientos antropológicos de mantener los códigos culturales como la estatuilla del Tayta Carnaval, la abundante comida que se degusta en las fiestas, la danza y la música como parte de la diversión, las posadas que se realizan en el “camino”, la alegría que comparten propios y extraños, la fraternidad y apoyo interinstitucional para el festejo, entre otras. Empero, deberíamos cuidar celosamente, que la fiesta no llegue a la hibridización extrema con la excesiva recreación de música y danza exógena, para que no pierda ese valor agregado de la “identidad”. Desde este espacio, hago extensiva mi felicitación al Instituto Juan Bautista Vazquez y a la Universidad Católica Extensión Cañar, revitalizadores y organizadores de esta fiesta popular en el mundo mestizo

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